8 oct 2010

¿Dónde estaban nuestros corazones el 29-S?*

Después de la huelga general aún estamos con resaca pero en esta ocasión no es igual.
 
En mi oficina intercambiamos entre los pocos que hicimos la huelga y fuimos a la manifestación desde Neptuno a Sol. Según íbamos hablando nos miramos a los ojos y tuvimos una caída en cuenta que nos hizo ir, poco a poco, bajando la voz.
 
Fuimos por separado y no nos vimos allí, entre la multitud. Yo iba junto a mis compañeros del Partido Humanista.  Éramos pocos, unos cien, de todas las edades, riendo, saltando y cantando.
Durante todo el trayecto coreábamos y cantábamos frases, creo que con chispa. Lo sé porque la gente a nuestro alrededor sonreía y algunos nos tiraban fotos, nos saludaban y felicitaban pero no se unían a nuestras reivindicaciones, dirigidas en su mayor parte a la banca usurera.
 
Yo comentaba a mis compañeras que percibía algo raro en la gente, una mezcla de tristeza, fracaso, decepción, desánimo… Era una sensación en algunos momentos un poco desconcertante, algunos nos miraban como si fuéramos los miembros de un circo, otros como si acabáramos de caer del cielo.
 
Ellas me corroboraban esas sensaciones. Muy pocos eran los que coreaban consignas. Muchas personas llevaban distintivos de los dos grandes sindicatos pero nada hacían, sólo andaban y charlaban. Como almas errantes algunos, otros nos miraban como con una especie de "nostalgia", otros con envidia sana, otros se escandalizaban por algunos de nuestros eslóganes, algunos se sumaron y se mezclaron con nosotros y se dejaban llevar, arropados, sonriendo como niños.
 
Algo se respiraba ayer. Algo denso y pesado. Algo triste y nostálgico. Los que hicimos la huelga y nos manifestamos lo hacíamos desde la coherencia, estábamos haciendo lo que pensábamos y sentíamos pero desde una sensación de haber sido traicionado. Realmente estábamos allí, no porque confiáramos en los sindicatos mayoritarios convocantes, sino porque nuestros corazones nos pedían estar allí. Como un niño que se acerca a dar un beso a sus padres porque los quiere pero que teme que le rechacen otra vez, que se burlen de él, que le hagan el vacío.
 
Algo nos decía que éramos héroes por estar ahí, pasando por encima de las etiquetas que nos podrían al día siguiente en nuestros trabajos, de la mirada de nuestros compañeros, de nuestros jefes,.. Pero también algo nos susurraba que no nos encontrábamos a gusto porque ese no era nuestro lugar.
 
Fue una manifestación de corazones. ¡Qué poca práctica tenemos en dejarnos llevar por el corazón! Por eso también nos sentíamos raros.
Nos protegíamos los unos con los otros, nos mirábamos con complicidad, compartíamos el estar ahí pero, y mañana…. ¿Hacia dónde voy? ¿Cómo continúo?
 
Esta mañana me he quedado impactada cuando mis compañeras y yo hemos "conectado" con lo mismo. Hemos sentido lo mismo por un segundo. Sospechamos e intuimos que ese "algo" nos va a permitir avanzar hacia el futuro. Ese "algo", sin lugar a duda, es un espacio que todos compartimos. Estuvimos durante unas horas transitando por el mismo lugar interno, ese espacio sagrado dentro de cada uno, y ese sí es nuestro lugar, el de todos.
 
Estamos en un punto de inflexión. Somos muchos los que lo sentimos así. Algunos están a la espera, la mayoría, mirando alrededor para encontrar una referencia. Otros se mueven tratando de sacar "beneficio personal" de esta situación. Otros nos movemos intentando buscar una respuesta distinta, una salida a esta situación basada en la traducción de ese espacio sagrado, ese espacio en el que habitan todos los dioses internos que han guiado durante toda la historia al ser humano hacia la superación del sufrimiento.
 
Esta huelga creo que va a traer cambios a muchos niveles. Espero que esos cambios estén inspirados en lo mejor de cada uno, en lo mejor del ser humano. Entonces, estaremos salvados.

*Reflexión abierta de Cristina Estevez LLorente, trabajadora humanista, después de hacer la huelga general el 29 de septiembre de 2010.